Si algo deberíamos aprender de este mundo, y en esta vida, es que no todo es malo.
El 31 de diciembre del 2011, mi mejor amiga y yo, agarramos camino a San Pedro la Laguna, a eso de las 2 de la tarde, porque queríamos pasar el año nuevo allí.
No habían camionetas directas a San Pedro, por eso decidimos irnos en una de Xela, y bajarnos en el kilómetro 148.
En el camino, un muchacho nos contó que por ser día festivo, no habían muchas camionetas, y que él iba para San Juan La Laguna, y que en el km 148 había una panelita que lo iba a llevar hasta su pueblo.
Mi amiga y yo dijimos vámonos en ese busito.
Llegamos al lugar y ya era tipo 6pm, ya estaba oscuro. Vimos que el chavo se subió a la panel, y nosotras nos subimos también. Cuando nos dimos cuenta, solo éramos ella y yo, el chavo y dos de sus amigos. Uno manejaba, y el otro iba de copiloto. Los tres iban vestidos de negro.
Mi cuata y yo solo nos vimos las caras, y el busito empezó a andar.
En todo el camino, iban escuchando rock pesado y hablando en Tz’utujil o algun idioma maya. Por nuestras mentes pasaron mil y una cosas. El camino era totalmente oscuro, la música esa a todo volumen, y en el camino solo había barranco y un sinfín de vueltas. La situación en la que estábamos se prestaba a muchas cosas malas, y nosotras mismas nos pusimos en ella.
Al final del camino que sentimos larguísimo, llegamos a San Juan La Laguna. El piloto se bajó en una tienda y nos compró un jugo Tampico a cada una. Nos dijo que hasta allí llegaban, pero que podíamos tomar un tuc tuc hasta San Pedro. Les agradecimos y nos fuimos.
Llegamos a San Pedro HINCADAS, dándole gracias a Dios que aunque la situación parecía mala, no lo fue, y que al final, los tres chavos eran personas con buena intención, de esas que hacen favores y les gusta manejar escuchando rock pesado.
Por eso les digo, no todo es malo.

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