Quiero compartir algo que me sucedió hace unos 21 años.
Resulta que a mis 11 años padecía de adenoiditis y una obstrucción nasal por hipertrofia de cornetes. En resumidas cuentas, siempre andaba con la nariz tapada y a cada rato me daba sinusitis. Entonces necesité operación.
Cuando me estaban preparando, recuerdo que antes de anestesiarme me dieron algún tipo de sedante, porque era común que los niños se pusieran ansiosos o inquietos antes de la cirugía, aunque yo estaba tranquila. Fue entonces que estando en una pequeña sala, a la par del quirófano, acostada en una camilla boca arriba, que se me acercó una anciana, muy parecida a la foto que ven, pero sin lentes y con la nariz roja, como si estuviese resfriada, iba vestida de blanco.
Se apoyó en la camilla cerca de mi hombro y me dijo: "Qué tal nena, ¿cómo está?" Le respondí "bien", luego me dijo: "Esté tranquilita, ya va a venir el doctor, ¿cuántos años tiene?" Y yo: "11", y me dijo: "Ay, pero qué grandota, parece de 15", mientras sonreía queriendo aparentar asombro.
Recuerdo que no me asusté, esa viejita adorable no podía asustar a nadie. Se quedó allí conmigo, no sé cuánto tiempo, pudo haber sido solo minutos, no sé, el caso es que entraron los doctores, me llevaron al quirófano y cuando desperté ya estaba en la cama de recuperación en el Hospital Infantil Juan Pablo II.
Llevo años pensando en eso, y siempre recuerdo y tengo muy presente el rostro de la ancianita. No podía ser enfermera, ni médico, calculo que tendría unos 85 años más o menos. Me gusta creer que fue un ángel o un alma buena. Nunca preguntaron quién era, cuando lo conté no muy me creyeron, pero sé lo que vi, lo que escuché,y la paz que sentí. Si existen los ángeles o no, es cuestión de cada quién, pero yo creo que ese día conocí al mío.
Comentarios
Publicar un comentario